Y de puntillas vas esquivando respuestas y explicaciones, vas disimulando e intentando que no vean que te estás alejando, y que lo único que no quieres es hablar… porque te cuesta estar, y la soledad se incrusta en tu vida como una lapa a la roca, y no te deja escapar. Y por muchas olas que vengan ya no te arrancan porque tu soledad es parte de ti, y tú, parte de la soledad.
Y no entiendes que ya no quieras la compañía de personas que te importan, y las esquivas… personas que intentan ofrecerte su amistad, pero tú te resistes a confiar, y ellos se terminan por cansar, y dejarte estar, estancado en tu roca… con tu soledad. Y sueles ver que hay veces que no te puedes despegar, y que no puedes escapar… pero otras, aunque puedas, no tienes fuerzas de volver a hacer un hueco en la roca para volverte a incrustar, así que te quedas donde estás, y aguantas el temporal, tu solo… y evidentemente, acompañado de tu inseparable soledad.
Por eso cuando intento explicar el motivo por los cuales suelo actuar, veo que mi cuerpo se paraliza eternamente donde está y mi mente le grita para que se mueva, pero este lo ignora hasta que mi cabeza se desespera. Empieza a llorar porque no puede luchar contra este cuerpo que a veces le cuesta actuar, y es cuando la cabeza desiste de pensar, cuando decide actuar, y es cuando hace ver que sus ganas por saber donde está, desaparecen y no le importa nada en realidad.
Y suele ocurrir que caminas de puntillas para que no te escuchen… para que no te vean… para que no te conozcan y no te puedan preguntar… y así, tú no tengas que hablar…
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