Cuando el viaje más dulce nos devuelve al paraíso.
Cuando llegamos a una estación en la que nadie nos espera.
Cuando en un camino reconocemos lo soñado.
Cuando paramos a contemplar lo ya sabido.
Cuando bebemos whisky, bebemos whisky
y cuando nos enamoramos, nos enamoramos.
Cuando sale humo del fuego que alguien nos encendió.
Cuando el deseo irrumpe, incontenible.
Cuando un sombrero espera desolado.
Cuando la tormenta cala en la voluntad.
Cuando plantamos rosas para no escupir en el suelo.
Cuando los corazones se cierran sin cerrojos.
Cuando se nos niega lo que nos colmaría.
Cuando no queremos morir en nosotros por lo que en otros matamos.
Cuando la ausencia de lo amado no permite consumar lo sentido.
Cuando cae la lluvia sobre el corazon...
... nos abandonan las palabras.
Y no queda más remedio que ir a por ellas, agarrarlas de lo primero que se pille, con firmeza, y arrastrarlas con fuerza aunque se resistan, llevarlas en un gesto desesperado hasta otra línea, cargar con ellas a través de las frases, obligarlas a caminar (aunque caigan en un paréntesis)... y seguir desde el silencio que quedó en los puntos suspensivos. Con la vista fija en el objetivo que se acerca después de la coma, el punto y seguido. Sintiendo las miradas de los que observan, apostados y mudos, y de los que las siguen, expectantes, en la incertidumbre de no saber qué propósito persiguen después del punto y aparte.
¿Algún comentario?
Publicar un comentario